En junio de 2014, la retirada de Carles Puyol, su adiós por voluntad propia de Víctor Valdés y la probable marcha de Xavi Hernández dejaban huérfano el vestuario de capitanes. Tres que pasan a la reserva de una tacada en plena revolución de la plantilla. Alguien debería blandir la espada del brazalete y el principal candidato era Andrés Iniesta, el cuarto capitan de la anterior temporada. Quedaban otros tres todavía por designar.
A Luis Enrique le tocaba formalizar la elección. Sería uno de sus primeros cometidos cuando reuniese la plantilla al completo. Tiene tres canales para hacerlo: por antigüedad, por votación o por designación directa sin tener en cuenta la veteranía o los derechos adquiridos.
En sus anteriores experiencias en el banquillo, el técnico asturiano se decantaba por la opinión generalizada del vestuario. Pasó en el filiela blaugrana, también cuando estuvo en la Roma y durante su estancia en el Real Celta la temporada 2013/14. Al final fueron los componentes de la plantilla quienes señalaron siempre a sus representantes. Al técnico, de todas formas, le gustaría que fuera gente con carácter y con capacidad para transmitir sus órdenes en el campo. En el equipo blaugrana, muchos podían desempeñar esta función. Luis Enrique, que cedió precisamente este honor a Puyol cuando se retiró, no ocultó durante la rueda de prensa de presentación que Javier Mascherano tenía alma de capitán.
Por su carácter y disciplina en el campo pero también por los atinados mensajes que envía fuera del césped. El club se afanó en renovarle el contrato al "jefecito" consciente de la importancia que todavía tenía en el Camp Nou.
Mascherano podía ganar peso pero también había otros que podían llevar los galones. Busquets, Piqué, Messi e, incluso, Alves, si finalmente se quedaba. El brasileño había manifestado públicamente su deseo de ser uno de los estandartes. Todos ellos eran figuras consagradas y respetadas por el barcelonismo, con una trayectoria de años en el club. Tipos que acumulabann cientos de partidos vestidos de blaugrana. ¿Pero quién de todos sería el que besara la senyera como en su día hizo el ya añorado Carles Puyol?.
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