Y así podríamos seguir, con todos y cada uno de sus integrantes, por separado, convertidos en jugadores mortales, sin los superpoderes que confluyen sólo en un punto del universo, con una camiseta azulgrana y con Guardiola en el banco. Los planetas se alinean sólo en el Camp Nou. El resto es un gran agujero negro que se consume a sí mismo. El Barcelona es el Big Bang. Ni siquiera logramos entenderlo cuando ya cambió de forma y apunta a otra dirección. Estamos a años luz de él y sin embargo nos sentimos tan cerca.
Ahora nos enteramos que mientras todo el mundo intenta imitarlo, sin el menor grado de éxito, Guardiola ya piensa en reformular su módulo y seguir innovando. Sueña con aplicar un 3-4-3 sin perder fidelidad ni resultados. Hoy Pep se sienta a la misma mesa que Steve Jobs. El decide y el mundo corre detrás, para tratar de copiarlo, sin poder hacerlo. Si todo sale bien, a la orquesta catalana se sumará Cesc, quien aprendió la partitura cuando aún no estaba escrita la ópera. Quizás en la próxima temporada, Mascherano nos sorprenda jugando de centrodelantero. O Messi se transforme en el líbero. Y entonces los haremos jugar de lo mismo de este lado del mundo. Y no será lo mismo. Y volveremos a hablar de lo que hacen allá y lo que no hacen acá
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