Hemos aprendido a admirarlo, a esperar sus partidos casi más que los de nuestros propios clubes. Vivimos elogiándolo, hablando de sus jugadores, de su escuela, de su fútbol, de su filosofía. El Barcelona nos invade en la cotidianeidad, se nos mete en nuestra vida diaria con la misma pasmosa parsimonia con la que demuele al Man Utd en la final de una Champions League o le mete cinco al Real Madrid de Mourinho en una visita guiada por el Camp Nou. Ni nos damos cuenta, pero de repente tenemos a Xavi en nuestro living y a Iniesta picando al vacío en nuestro patio. Ese equipo vive con nosotros. Se retroalimenta a partir de nuestro interés por él.
En facebook debemos elegir que el Barcelona “nos gusta” sólo porque no podemos elegir que nos encanta, que nos enamora, que nos hace suspirar de una manera estrepitosa. Es el amor por el fútbol, hoy simplificado en un amor por el Barça. Porque una cosa y la otra son lo mismo.
En la edición de este mes de El Gráfico, reflejamos las virtudes de este Barça, su dominio aún inacabado de una liga y un continente, su legado para el fútbol mundial en todos los estratos posibles. Es uno de los mejores equipos de todos los tiempos, porque a veces es difícil ser terminante y afirmar lo que en realidad no admite discusión: que es el mejor de siempre.
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