El 16 de julio de 1950, en Río de Janeiro, se produjo lo que ha pasado a la historia como la mayor tragedia del fútbol brasileño. Aquella tarde Uruguay destrozó toda la lógica y venció en Maracaná a Brasil. El famoso, legendario, Maracanazo. Al cabo de 61 años, en Santa Fe, la misma Uruguay tomó al asalto un estadio con apodo cómico -Cementerio Elefantes- y convirtió las aspiraciones argentinas de recuperar un trono que se le resiste desde 1993 en nada.
Jugar a cara o cruz es un suplicio para esta Argentina y en cuanto Diego Pérez puso el 0-1 dejando al desnudo la fragilidad de la zaga albiceleste el partido se convirtió en una tortura para Messi y compañía. Y a cara o cruz se sentenció la suerte, en los penalties, que favorecieron a Uruguay, venciendo por 4-5.
A Leo el gol le cambió la cara. En poco o nada se asemeja este crack con el que disfruta en Barcelona, que responde a un gol en contra con la tranquilidad de saberse acompañado de una manada de cracks capaces en cualquier momento de dar la vuelta a las cosas a base de buen fútbol. En Argentina le acompaña Agüero delante, sí, y la lucha de Higuaín, el liderazgo de Mascherano... Y poco más. Gago, presentado tras la fantasmal goleada a Costa Rica como la solución a los males organizativos del equipo, fue una rémora que en poco o nada ayudó a la creación. Porque esa creación acababa siendo labor casi única para Messi.
Fue él quien regaló con un centro/asistencia maravilloso el empate a Higuaín, pero es que al pasar por Leo toda la apuesta futbolística del equipo, la condena parecía, tarde o temprano, un hecho. Ni la expulsión de Diego Pérez antes del descanso, ni esos minutos eléctricos que disfrutó Argentina fueron suficientes para doblegar la resistencia uruguaya, que en cada balón parado ponía de los nervios a todo el mundo.
Argentina tiene a Messi. Bien. Y a Agüero, Higuaín, Di María... Tiene mimbres pero, como denunció en su día Tévez adolece de equipo. Y tácticamente demostró ser una calamidad, cediendo faltas tan tontas como peligrosas viendo que a balón parado, por arriba, era superada una y otra vez por los uruguayos... Y así le fueron las cosas.
La goleada a Costa Rica ya desapareció de la retina de cualquiera. Argentina recuperó su triste imagen, su nula capacidad de asociación y convirtió la ilusión en desencanto. No puede decirse que la decepción y sorpresa tenga comparación en el imaginario futbolístico con aquello que le ocurrió hace seis décadas a Brasil, pero el éxito celeste en el Derby del río de La Plata dejó claro que Argentina, hoy, es menos de lo que pudiera esperarse de su leyenda e historia.
A la que debe establecer sus marcas en la zaga por un lado, o inventar fútbol, la cosa flaquea. Messi, por mucho que algunos insistan, no se basta para conducir a su selección a la excelencia. Necesita tantos apoyos futbolísticos como ánimos morales recibe... Y, mal que le pese a muchos, anda escaso de lo más necesario.
Uruguay es como el algodón. No engaña y muestra sus virtudes sin ocultar sus defectos. Contundente atrás, el equipo celeste apoya sus sueños delante en Forlán y Luis Suárez. Se sabía desde mucho antes de empezar a qué atenerse con las dos apuestas futbolísticas. Y se llevó el premio.
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Messi no pudo salvar a Argentina, como seguramente no hubiera podido salvar tampoco al Real Madrid de los últimos temporadas. Es una evidencia y tiene su conclusión: y es que una selección, un club puede tener al mejor del mundo, pero si esos equipo o no saben o no quieren jugar a fútbol, ese jugador no puede el solo tirar del carro.
La defensa de Burdisso y Milito ha sido la que ha dejado vendido a su portero desde la primera jornada, con un gol sino recuerdo mal en propia puerta de Burdisso. Jugar con cuatro defensas, dos pivotes... y uno de ellos ha sido un suplente de lujo toda la temporada... tres mediapuntas y un delantero... Es sintonia de que perderas. Hoy los partidos se ganan en el centro del campo y en ese equipo se partía en dos, por un lado los que defendian y por otro los que atacaban.
Messi en el Barça tiene jugadores que no solo juegan para él, sino que Messi puede jugar para ellos. No es lo mismo asistir a Xavi o Iniesta que a Di Maria o Gago.
Los argentinos podran "odiar" a Messi y culparle de todo, pero la culpa es del entrenador y del Presidente que puso a ese entrenador
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La defensa de Burdisso y Milito ha sido la que ha dejado vendido a su portero desde la primera jornada, con un gol sino recuerdo mal en propia puerta de Burdisso. Jugar con cuatro defensas, dos pivotes... y uno de ellos ha sido un suplente de lujo toda la temporada... tres mediapuntas y un delantero... Es sintonia de que perderas. Hoy los partidos se ganan en el centro del campo y en ese equipo se partía en dos, por un lado los que defendian y por otro los que atacaban.
Messi en el Barça tiene jugadores que no solo juegan para él, sino que Messi puede jugar para ellos. No es lo mismo asistir a Xavi o Iniesta que a Di Maria o Gago.
Los argentinos podran "odiar" a Messi y culparle de todo, pero la culpa es del entrenador y del Presidente que puso a ese entrenador
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