Jordi Gil (Sport)
Superan la barrera de la puerta trasera
de la Ciutat Esportiva. Discretamente. Sin hacer ruido. Aparcan en
batería entre los campos de entrenamiento. Su función pasa
desapercibida, pero es de gran importancia para que la vida sea más
sencilla para los pequeños que empiezan a progresar en el fútbol base
blaugrana. Alrededor de 20 taxis procedentes de varios rincones de
Catalunya transportan a diario a los niños que viven en distintas
localidades ya sean cercanas a Barcelona o mucho más lejos. De Tarragona
a Girona, pasando por el Bages, la Plana de Vic o el Maresme.
Distancias que pueden alcanzar los 100 kilómetros, aunque asumibles para
que los jóvenes que viajan cada tarde a Sant Joan Despí vuelvan a casa a
una hora prudencial para acostarse antes de medianoche.
Tras
cambiar la Masia por la Ciutat Esportiva, los taxis entraban por la
puerta principal, pero el club les recomendó que lo hicieran por detrás
para evitar a los representantes que con pocos escrúpulos ya intentan
captar a jóvenes valores. En realidad, la presencia de personas ajenas
en los entrenamientos se ha reducido mucho en los últimos tiempos.
La
tarea de los taxistas se inicia alrededor de las 17.00 h, cuando
recogen a los niños en los colegios y los trasladan a las instalaciones
del Barça. Durante el camino acostumbran a merendar y llegan a punto
para iniciar el entrenamiento. Los taxistas deben esperar unas dos horas
hasta que finaliza la sesión y toca regresar a casa. Una rutina que
todos siguen con alegría. Los pequeños afrontan cada jornada plagados de
ilusión y los taxistas se contagian del entusiasmo. Ellos también
sueñan con pasar a la historia por haber aportado su grano de arena en
la formación de futuros cracks.
Este fue el caso de
Juan Julián
Jiménez. Es el más veterano de todos. El día de Reyes cumplirá 60 años y
lleva 20 años transportando a proyectos de futbolistas desde el
Maresme. Uno de ellos fue
Cesc Fàbregas. Este taxista de Montefrío
(Granada) lo recogía en las puertas de la Escola Presentació de Arenys
de Mar y lo devolvía el último tras realizar toda la ruta de la costa.
En los monovolúmenes, de seis o siete plazas, tocaba descargar
adrenalina. Los niños se lo pasan en grande, algo que Juan entiende: “
Es
normal, aunque a veces hay que regañarles.
Llevar a los niños es muy
gratificante,
pero a veces hay que ponerse serio para que aprendan a
comportarse”.
Toni recorre a diario el Vallés para que los chicos
puedan entrenarse en Can Barça.
Jordi Masip y
Cristian Tello del Barça
B, han sido algunos de los exponentes que han subido a su coche. Más
joven que Juan, Toni ha notado un cambio de tendencia en los últimos
años en el comportamiento de los jóvenes respecto a generaciones
antiguas. “
Se portan bastante bien.
Desde que llegó Albert Puig se les
ha inculcado que son jugadores del Barça desde que se suben al taxi
hasta que vuelven a casa”. La edad de los niños oscila entre los 8 y 14
años de media. Todavía son pequeños y
Alex, que realiza a diario la ruta
por la comarca del Osona, recuerda el caso de un ñiño que “
era muy
propenso a marearse y vomitar.
Ya tenía guardado su sitio delante para
poder reaccionar rápido si se sentía mal”. Y es que algunos llegan a
empacharse comiendo bocadillos, galletas o golosinas. Están hambrientos y
deben reponer energías antes de la sesión. Tampoco falta un tentempié a
la salida.
Todos ellos se encuentran en una edad clave en su
formación profesional y los estudios no se pueden descuidar. Los más
aplicados, como comenta Alex, “
aprovechan el trayecto para estudiar.
Los
niños se adaptan a todo y algunos ven que es un buen momento para hacer
los deberes”.
Manuel recorre desde hace diez años las calles de
las ciudades del Baix Llobregat para dejar a los futbolistas en la
Ciutat Esportiva. Es de los viajes más cortos, pero no por ello menos
intenso. Los niños a veces pueden sacarle de sus casillas, como hacían
Martín Montoya (Viladecans) y
Jordi Alba (L'Hospitalet). “¡
No paraban de
pelearse!
Lo habitual en niños,
pero había que gritarles: '¡
Basta ya!'
Eran muy revoltosos.
Martín era un nervio.
Ahora es muy afectuoso
conmigo cuando nos cruzamos por aquí”. Montoya siguió en el Barça y
Jordi Alba tuvo que buscarse la vida en otros destinos hasta convertirse
en internacional con el Valencia. El nombre de otros niños quedan como
secreto profesional. “
Había un portero que era un demonio,
ufff...
Ahora
ya no juega a fútbol”, señala Manuel.
Jordi, de Terrassa, abre
las puertas del taxi para recoger a los últimos jugadores pasadas las
21.00 h. Todos sonrientes, con sus bocadillos en mano que ya servirán
prácticamente de cena. Acostumbran a marcharse felices después de haber
vivido otra gran jornada, como es habitual en la mejor cantera del
mundo. Y el punto final es idéntico día tras día: un taxista cargado de
paciencia que aguantará las últimas travesuras de los futuros cracks
blaugranas.
-------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Es la otra cara de la moneda de La Masia 2.0 (Oriol Tort), es la cara de aquellos "niños" que no viven en ella y que algunos incluso hacen casi 200 km diarios, solo para entrenar en el Barça y que sueñan con un día debutar en el Camp Nou, como lo han hecho este año alguno de ellos.
Tambien es evidente que no todos los niños tendran a su disposición este taxi, ni que todos los niños llegaran un día a cumplir sus sueños, es una gran mayoría los que por suerte o desgracia se quedan en el camino, unos por lesiones, otros por su mala cabeza, otros por que al cruzar ese paso de niño a adolescente pierde ese punch... Son muchas cosas las que no podrían contar estos "taxistas" de sus vivencias, de sus anecdotas... de los sueños de estos futbolistas