En la mítica final que se jugo en 1928 en Santander, contra la Real
Sociedad, fueron tres partidos muy tensos. Una de las anecdotas que más
se recuerda es la hazaña de Platko, en el primer encuentro. Después de
un fuerte encontronazo, Platko estaba en la banda con la cabeza vendada
siendo atendido y sin atender a razones se escapo de los médicos y del
técnico para reincorporarse a su puesto bajo los palos. Esta "hazaña"
sería hoy imposible de realizar, los médicos, el árbitro, los compañeros
evitarian que volviera al cesped. Esto sería lo que a la postre el
inmostaluizaría en un poema del poeta gaditano Rafael Alberti. Aquel
día, bajo la lluvia, a los 33 minutos de juego, Platko se lanzó a los
pies del delantero Cholín, "salvando el que parecía inevitable goal", y
sufrió una herida en la cabeza. Le sustituyó el delantero Arocha (no
estaban permitidos los cambios). Reapareció en la segunda parte, con la
cabeza vendada, pero todavía sufrió dos apuros más. En uno, "los
delanteros blanquiazules se lanzan al remate, cayendo todos en confuso
montón". En otro acoso, pierdio el vendaje: "Otra vez se lo colocan y lo
protegen con una boina vasca"
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