Se evacua a 15 espectadores, entre los que habrá "dos fallecidos" que las
autoridades de la época obligan a silenciar. Acedo Colunga da in situ
órdenes para colocar a los espectadores al borde del terreno de juego, a
fin de dejar sin cubrir la zona de ese fondo, por miedo a nuevas
avalanchas, que ahora no tendrían ninguna posible contención en la valla
delantera, rota. Se acomoda a muchos espectadores sentados en la
hierba, al borde del césped. El Español protesta. Su capitán, Artigas,
reclama al árbitro, Blanco Pérez. Dice que así no se puede jugar, que el
Reglamento prescribe que debe haber al menos dos metros entre la raya y
los espectadores, y que están más cerca que eso. Que al jugar con la
gente así se sienten intimidados. Felipe Acedo Colunga le ordena jugar.
“O juegan o van al calabozo”, relata Segura Palomares en la obra antes
citada. Se reanuda el juego tras un parón de un cuarto de hora y se
llega al descanso con el 0-1. Cuando llegan al vestuario, los
españolistas descubren que las toallas han sido quemadas, hay fuerte
olor a humo, algunas aún tienen rescoldos.
En la segunda mitad, el Espanyol juega irritado y desconcentrado por primera vez en la temporada. Además, Daucik ha sorprendido colocando a Basora, habitual extremo, de delantero centro, y al grandote Hanke de falso extremo, en realidad en la media, dando mucha leña. El Barça marca el 1-1 en el 52, por medio de Hanke, y el 2-1 en el 82, en un tirazo desde fuera del área de Moreno. Hanke acabara por ser expulsado, pero el encuentro terminará 2-1, entre el júbilo de la afición culé.
A partir de aquel día y por esa afrenta de las toallas, el Espanyol estuvo varios años acudiendo al campo del Barça ya vestido, en ropa de futbolistas y chándal. Luego al acabar el partido regresaban a su campo de Sarriá paraa ducharse. El Barça correspondió a partir de cierto momento con la misma moneda: iba vestido a Sarriá y regresaba a su campo a ducharse. Pero aquello de las toallas quemadas quedó como el gran agravio sufrido por los españolistas por parte del Barça en toda su larga historia de conflictos, la realidad es que nunca se supo quien o porque se quemaron las toallas
En la segunda mitad, el Espanyol juega irritado y desconcentrado por primera vez en la temporada. Además, Daucik ha sorprendido colocando a Basora, habitual extremo, de delantero centro, y al grandote Hanke de falso extremo, en realidad en la media, dando mucha leña. El Barça marca el 1-1 en el 52, por medio de Hanke, y el 2-1 en el 82, en un tirazo desde fuera del área de Moreno. Hanke acabara por ser expulsado, pero el encuentro terminará 2-1, entre el júbilo de la afición culé.
A partir de aquel día y por esa afrenta de las toallas, el Espanyol estuvo varios años acudiendo al campo del Barça ya vestido, en ropa de futbolistas y chándal. Luego al acabar el partido regresaban a su campo de Sarriá paraa ducharse. El Barça correspondió a partir de cierto momento con la misma moneda: iba vestido a Sarriá y regresaba a su campo a ducharse. Pero aquello de las toallas quemadas quedó como el gran agravio sufrido por los españolistas por parte del Barça en toda su larga historia de conflictos, la realidad es que nunca se supo quien o porque se quemaron las toallas
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