Diario Gol
El presidente del FC Barcelona, Sandro Rosell, mantiene abiertos tres
frentes que deberá ir resolviendo los próximos meses, con la intención
de tenerlos completamente cerrados a comienzos de la próxima temporada,
tras las vacaciones de verano. La estrategia del máximo mandatario culé
pasa por atacar estos tres frentes a la vez y ha puesto en marcha los
mecanismos .
En la cúpula azulgrana se tiene el convencimiento de que será
difícil, pero se confía en controlar la situación. Si no lo consigue,
las consecuencias pueden ser catastróficas, ya que si los resultados no
acompañan al Barça, puede estallar una crisis interna que lleve a la
desmembración de la directiva y se produzca, la próxima temporada, una
salida masiva de miembros de la junta similar a la que sufrió la primera
directiva de Joan Laporta en el año 2005. Sandro Rosell se enfrenta,
pues, a una situación delicada en la que es posible que tenga que probar
de la misma medicina que él administró al anterior presidente.
"Aún
es prematuro prever una división que provoque una salida de directivos,
pero no es un escenario imposible si los títulos se nos escapan",
admite una fuente interna del club azulgrana en GOL. Otras fuentes
consultadas no descartan tampoco a medio plazo una situación de estas
características. E incluso alguna apunta a que podría ser el propio
Sandro Rosell quien facilitara una ruptura para tratar de recomponer la
unidad de la junta directiva y quitarse de encima los rebeldes. Sería,
en definitiva, una voladura controlada de la junta, una operación
maquiavélica pilotada por el propio presidente culé.
Para evitar
este escenario apocalíptico, el máximo mandatario culé debe trabajar en
los frentes que tiene abiertos. Vayamos por partes. Por un lado, existe
el frente con el equipo técnico que a partir de ahora encabezará Tito
Vilanova. La directiva del Barça quiere redefinir las relaciones de la
junta con los técnicos. El interés de Sandro Rosell en este aspecto se
centra en desmantelar el anterior equipo y redefinir el trabajo de cada
uno. La salida de Pep Guardiola y, especialmente, de Manel Estiarte, ha
sido el pasaporte para esta remodelación. Con estos dos fuera,
desaparece el principal obstáculo para que el presidente pueda meter
baza en el vestuario, una de las intenciones que Rosell ambicionaba
desde que fue elegido presidente.
Este interés en el vestuario
tiene que ver con dos cuestiones. La primera es que Rosell no ha sido el
primer mandatario de todo el club en los últimos dos años. Y eso,
debido a que la presencia de Pep Guardiola le impedía controlar los
dominios del entrenador. La conquista de esta parcela era una de las
asignaturas pendientes que, con la marcha del míster, tiene al alcance.
El otro tema es la de los fichajes. Tradicionalmente, los presidentes de
los clubes de fútbol siempre se han caracterizado por su afición a
mandar sobre la contratación de jugadores. Cierto que en ocasiones son
los entrenadores los que diseñan las necesidades técnicas de los
jugadores que faltan y piden con nombres y apellidos los que quieren.
Pero es el presidente quien tiene la última palabra en materia de
fichajes, no en vano tiene la llave de la caja. En el Barça, este papel
decisivo estaba aguado por el propio peso de Pep Guardiola dentro del
club: después de ganarlo casi todo, el presidente no tenía razones
económicas ni narices por negarse a sus peticiones. Se encontraba, pues,
atado de pies y manos ante el entrenador. A partir de ahora, con Tito
Vilanova, lo tendrá más fácil, ya que el nuevo míster no tiene el peso y
el predicamento de Guardiola ante los socios.
Una imagen bajo mínimos
Otro
frente es el de las relaciones con el exterior y el mantenimiento de la
imagen que proyecta el club hacia la opinión pública. El Barça ha
iniciado ya una ofensiva de relaciones públicas para tratar de cambiar
la percepción que se tiene del club desde el exterior. Rosell es
consciente de que en los menos de dos años gobernando, el FC Barcelona
ha sufrido un importante desgaste, a pesar de los títulos ganados en
este periodo.
Se da la paradoja de que el laportismo sufrió una
contundente derrota en las elecciones del verano de 2010. Y, además, los
socios votaron a favor de interponer una acción de responsabilidad
civil contra la anterior directiva por la herencia económica que Joan
Laporta dejó. El actual político, además, tuvo que abandonar el club por
la puerta trasera, en medio de acusaciones intencionadas de la actual
Junta que hablaban abiertamente de corrupción y de escándalos económicos
y personales.
La propia junta de Rosell se dedicó a filtrar la
mayoría de datos de la detallada auditoría que encargó a Deloitte. Por
eso se supo que había gastos en hoteles de lujo, pagos poco claros con
la tarjeta Visa del chofer, fiestas en salas de Barcelona, viajes en
aviones privados que se podían haber ahorrado ... El objetivo estaba muy
claro: desacreditar al ex presidente y cortar su probable contraataque.
Pero
a pesar de la animadversión que se generó contra Laporta desde las
últimas elecciones en Can Barça, la imagen y la credibilidad de la nueva
directiva no crecieron exponencialmente a la bajada de la anterior
junta. En círculos oficiales del club se admite que Rosell no ha sabido
ganar la batalla mediática. Falto de una política de comunicación clara y
efectiva, Sandro no estuvo a la altura de las circunstancias ante los
medios ni ante la sociedad. Si quiere los favores de la opinión pública,
sin embargo, ha de ganarse su confianza y ésta es ahora una de sus
prioridades.
Esta necesidad pasa por un pequeño detalle: si esta temporada el
Barça no ha ganado ni la Liga ni la Champions, en la próxima puede pasar
lo mismo. Y si empieza ahora una era en la que no se ganen títulos
importantes, quiere decir que empezarán a llover críticas tanto internas
como externas. El peligro añadido es que Joan Laporta está a la
expectativa y sopesa su vuelta al Barça, lo cual quiere decir que tiene
cuatro años por delante para ir haciendo campaña de desgaste de la
actual directiva. Y Rosell no puede permitirse que sea precisamente
Laporta el mejor situado de cara a las elecciones del 2016. Si se llega a
esta situación, querrá decir que su etapa como presidente del Barça
habrá sido un fracaso absoluto, porque demostraría que no supo ilusionar
a la gente. No habría peor derrota para Rosell que el socio determinara
que preferiría de nuevo al perseguido por la actual directiva, Laporta,
que a un "transparente" Rosell como su sucesor.
El frente más difícil
El
tercer frente es el más difícil. Y es lo que de verdad empieza a
preocupar de verdad en la cúpula azulgrana: hablamos del frente abierto
dentro de la Junta, donde algunos miembros "van a la suya" y crean
división. Puede ser una cuestión de celos, o simplemente de grandes
egos. Pero Rosell tiene un gran problema que es una bomba de relojería.
Hay miembros de la cúpula azulgrana que se consideran legitimados para
ser señalados ya como los herederos de Sandro Rosell. Que quieren ocupar
su lugar.
El presidente culé, sin embargo, quiere mantener la
distancia con todos por diferentes motivos. Primero, porque todavía
faltan cuatro años para las próximas elecciones. Es muy temprano, pues,
para designar sucesor. Segundo, porque la intención inicial de Rosell es
no repetir mandato, pero aún está a tiempo de cambiar de opinión y
volver a presentar candidatura. Todo depende del desgaste que sufra
durante la legislatura y de la marcha del primer equipo las últimas
temporadas de la misma. Y tercero, porque no quiere crear división entre
los miembros de la directiva estableciendo rangos o preferencias por
unos o por otros.
La situación dentro de la Junta, sin embargo,
no está para tirar cohetes. Existe división entre los miembros y esto
genera un malestar creciente que Rosell no sabe cómo cortar. Según
manifiestan fuentes internas del club, este enfrentamiento, que cada vez
es más evidente, puede ser el embrión de un terremoto dentro del órgano
de dirección del Barça. "En estos momentos, Rosell se arrepiente de
haber 'fichado a algunos directivos", dice una persona que lo conoce muy
bien.
La realidad, sin embargo, es que está obligado por las
circunstancias a resolver la situación antes de que se produzca una
rebelión a bordo, aunque desde los círculos más cercanos al presidente
se considera que los rebeldes no tienen adeptos dentro de la directiva
para a formar un bloque compacto que ponga en peligro el mandato de
Rosell. Para estas fuentes, estos rebeldes son, casi, "francotiradores"
con ganas de hacerse notar. Pero, aun así, no dejan de ser un peligro
real dentro de la cúpula azulgrana. Una piedra en el zapato de Sandro
Rosell que lastra su gestión y que puede acabar siendo el detonante de
la primera gran crisis de su etapa.
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Como paso en su día con Laporta es lógico que no todos los directivos comparten la opinión de Rosell. Espero que si hay dimisiones no vayan corriendo a chuparsela a los que trabajan en la "Caverna Mierdiatica", para insultar a los que se quedan.
Me sorprende ver como muchos ahora critican a este diario Gol, como un panfleto Laportista, sin embargo cuando gobernaba Laporta era Rosellista.
Lo malo del diario este es que siempre habla en tercera persona y sin atraverse a mencionar el nombre de los que le pasan la información, de esos topos... Lo que daria mayor veracidad a sus noticias.
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