Por este largo recorrido por la historia del Barça, veremos casos de situaciones deportivas inversemblantes y casos humanos dignos de veraderos analisis. El fútbol tiene el poder de generar grandes pasiones, subir a idolos, pero también puede generar el riesgo que la realidad se distorsione por la fuerza de un entorno mediatico, que puede llegar a limites insospechables...
Esa es la metamorfosis que sufrió el aficionado cule cuando Luis Figo, decidió pasar del Barça al Madrd. Atras quedaron sus palabras: "Blancos llorones....". La historia es fácil...
El nombre de Figo copó, en el verano del 2000, las portadas de los diarios en el ardor de las campañas electorales a las presidencias del Real Madrid y del F. C. Barcelona. El candidato madridista, Florentino Pérez, jugó la decisiva baza del fichaje del portugués, símbolo del barcelonismo, para derrotar a Lorenzo Sanz, quien, pese a la bancarrota económica, presentaba un balance deslumbrante en lo deportivo: una Liga y dos Copas de Europa en tres años. Pérez firmó un precontrato con el representante del jugador, José Veiga, por el que Figo, previo pago de su fabulosa cláusula de rescisión -10.000 millones de pesetas-, ficharía por el Real Madrid si el candidato madridista salía elegido presidente.
El acuerdo tenía una cláusula adicional que era, cuando menos, curiosa: si alguna de las partes no cumplía lo pactado, debía indemnizar a la otra con 5.000 millones de pesetas. Esa condición permitió que Florentino echara un órdago en plena campaña: si yo soy el presidente y Figo no viene este año al Real Madrid, pagaré [con el dinero que me dará Figo, debía pensar] los abonos de la siguiente temporada a todos los socios. En Barcelona, los socios del equipo azulgrana se frotaron las manos, porque todos los candidatos a la presidencia del equipo aseguraron, sin aportar pruebas, que la estrella portuguesa no se movería del Camp Nou.
Sin embargo, Florentino salió elegido, cumplió su contrato y Figo, a quien Joan Gaspart se negó a dar los 5.000 millones para indemnizar al Real Madrid, también. El portugués, flanqueado por Alfredo di Stéfano y por el flamante presidente, posó en plena canícula con su nueva camiseta, con la que pasaba de héroe a traidor y de despreciado a idolatrado, según los colores del equipo desde el que se contemplara aquella compleja operación que marcó un hito en el mundo de los traspasos, pues fue el más caro de la historia.
La monumental pitada con que Figo fue recibido a su regreso al Camp Nou con la zamarra del máximo rival sirvió para que en Madrid aumentara el afecto hacia la estrella humillada y para acelerar la integración del ex barcelonista en su nuevo equipo, de la mano de Raúl González. Tras aquel lamentable espectáculo protagonizado por una afición que se sentía traicionada en sus más sagrados sentimientos, el asunto Figo se fue desvaneciendo, pero la herida no cicatrizaría nunca del todo.
Queda demostrado que del amor al odio solo hay un paso y ese suele ser muy pequeño.
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