Cataluña había tenido, durante toda su larga historia como nación soberana, una lengua, una moneda, un ejército, unas instituciones políticas y una cultura propias y claramente diferenciadas del resto de territorios "vecinos". Podemos afirmar que nuestro Estado fue una de las primeras democracias del mundo: las Cortes Catalanas incorporan representantes de las ciudades y villas desde el año 1283. Pero Cataluña fue finalmente asimilada por los castellanos y convertida en otra provincia española ("provincia" es un término que se acuñó durante el Imperio Romano que significa "territorio de los vencidos"). El año 1700 muere sin descendencia Carlos II el Hechizado, último rey de la dinastía de los Austria en España y su sucesión se convierte en un problema de política internacional.
Las fuerzas de Felipe de Borbón, representante del centralismo francés y del espíritu y los intereses aristocráticos y feudales, se enfrentan a las de Carlos de Austria, representante del espíritu federalista y descentralizador, así como de las clases medias y populares con lo que se establece un estado centralista.
En 1713, con el tratado de Utrecht, Cataluña deja de recibir el apoyo de las fuerzas aliadas. Las tropas castellano-francesas sitian Barcelona durante 13 meses hasta el triunfo (40.000 castellanos y franceses contra 5.300 catalanes!), el 11 de Septiembre de 1714. El general Villarroel y su consejero Rafael Casanovas dirigieron la resistencia, pero solo dos plazas podían resistir algunos meses al sitio: Barcelona y Cardona. Barcelona resistió durante 13 meses hasta que la superioridad en soldados del otro bando terminó con la derrota el 11 de septiembre de 1714, cuando la ciudad fue asaltada. Con la ocupación militar del territorio se promulga, en 1716, el Decreto de Nueva planta, según el cual quedaba eliminada la nación catalana prohibiendo su lengua y aboliendo sus instituciones (el Consell de Cent, las Cortes, la Generalitat y el ejército), sus constituciones y su sistema fiscal y monetario.
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