En un partido amistoso en favor de la tuberculosis, llamado "Congreso de
la Tuberculosis" (que se celebró el 16 de octubre), se jugó un partido
de máxima rivalidad ciudadana entre el FC Barcelona y el RCE Espanyol.
La victoria cayo del bando blaugrana por 1-4. El partido no sería
anecdotico, sino se le ocurre a Pere Gibert, portero del Espanyol
sentarse en una silla bajo los palos de su porteria. Cuando el árbitro,
apellidado Hamilton, le llamo la atención para que se comportara con su
profesionalidad, Gibert le respondió que el hacía lo que le venía en
gana. Aunque fue un autentico desprecio a la autoridad, el portero
"perico" no fue ni amonestado. Llegó incluso a parar un balón estando
sentado. Claro que la decisión de Hamilton de no amonestar al jugador,
posiblemente fuera por "miedo". Pere Gibert era más alto y más fuerte
que él, y no quiso tentar a la suerte
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